Familia, Cabrales y Excesos

\"\"     Si cuando estás comiendo frente a tu suegra sientes que la camisa te va a explotar (no por la impresión de \"\"tenerla delante, sino por la cantidad de escalopines al cabrales que te estás zampando) tienes dos opciones:

          Inspirar y estirarte, como si tu pose normal fuese la del jefe de los 4 Fantásticos de misión especial.

          Seguir el consejo de tu suegra y desabrocharte la camisa aprovechando que llevas un jersey encima, antes de que el ruido de los botones al reventar diera la equivocada impresión de que estás preparando palomitas de maíz bajo el mismo. Aquí es importante, por cierto, llevar un jersey grueso. En caso de transparentar, o lucir cardigan, hay que optar única y exclusivamente por la opción uno, y asumir el riesgo de no obedecer a la madre de tu pareja (ojalá no tengáis que enfrentaros a esa opción nunca).

      Por suerte, aparte del hinchazón –pleno de satisfacción, eso sí- no tuve que verme en la situación añadida de días anteriores, cuando PITICLI y yo fuimos a un restaurante que carecía de calefacción, puertas o ventanas que cerrasen bien, o mantas. Tardaban tanto en traer los platos (para unos vinos y una tapa de q\"\"ueso fueron cuarenta minutos, así que no os digo cuánto tardó el arroz) y hacía tanto frío, que cuando trajeron los panecillos recién sacados del horno (calculad una espera de unos treinta minutos desde la toma de nota, no desde la llegada), agarré uno y me lo puse en el cogote. ¡Qué alivio! A PITICLI mi pose no le acabó de parecer elegante, pues debía recordarle a la Muñeca Rosaura colocándose una pila de petaca, pero a mí me apaciguó la espera.

     Así que lo dicho, menos mal que no sucedió todo a la vez: verme con la camisa a punto de explotar y con un panecillo caliente en el cogote frente a la familia política.

     Claro que a mi suegra puede que no le hubiera importado. Ella es tan feliz cuando va a un restaurante (como no le gustó nunca cocinar y sí que le cocinen, debe de conocer TODOS los existentes en Asturias y parte del resto de tierra conquistada) que lo demás no importa. Bueno, no importa mientras la cocina sea buena, pues es una crítica más exigente que los señores del michelín. Y si a eso le añadimos su extraordinaria puntería con la escopeta –creo que ya lo comenté en otro post- salir mal parado de sus críticas g\"\"astronómicas puede convertirse en un tema serio.

      ¡Ay! ¡La comida! ¡Cuánto no se comerá en exceso estos días! Mi abuelo (ése increíble señor de noventa años que ahora quiere iniciarse en la escultura) está indignado. Él no para de decir que con lo que se malgasta en comida se podría alimentar a toda África, y no soporta que se deje nada en el plato. Y así salí yo, que no dejo nada ni en defensa propia.

     Así que ahora toca “contención” y ejercicio para amortiguar.

     Afortunadamente, así como en otras ocasiones las conversaciones durante las comidas hubieran podido suponer serias indigestiones, las habidas durante estas vacaciones navideñas han sido de lo más agradables. Únicamente destacaría la escuchada (era imposible no hacerlo con los gritos que daban) en la mesa de al lado de un restaurante, en la que una familia analizaba la actualidad sociopolítica española a un nivel de decibelios muy superior al permitido.

     En un momento dado tocaron ese gran tema de “la juventud de hoy en día: características nefastas y futuro que les espera –Pesadilla en Elm Street Reloaded, vamos-. Tan enzarzados estaban que cuando preguntaron su opinión a la ÚNICA ADOLESCENTE de la mesa, ésta dijo una \"\"frase que para sí hubiera deseado Escarlata: “yo lo que quiero es que dejéis de deprimirme”.  ¿No es genial? PITICLI y yo estuvimos por aplaudirle o consolarla, o todo a la vez.

      Aunque para frases memorables, la que se acostumbraba a decir por megafonía hace alrededor de un par de décadas en un hospital público, en la planta de ginecología – obstetricia, y para TODAS las habitaciones: “señoras, vayan quitándose las bragas que va a pasar el doctor”. Sin palabras (y sin bragas, claro).

     Esta anécdota, como tantas otras, nos la contó una de las hermanas de PITICLI, a la que le sucede de todo, y que lo encara todo con un optimismo envidiable. Es capaz de soltarte sin más que “al bulldog de un amigo lo llamaron Beyoncé por cómo mueve las caderas al caminar”; que “cuando ella nació la matrona del pueblo se llamaba Cesárea –palabrita del Niño Jesús- por lo que ella nació por Cesárea pero de parto natural”; o que “su hijo nació por una indigestión de pulpo”.

     Me explico: cuando ella estaba bastante avanzada de su embarazo comió tantísimo pulpo y \"\"agarró tal indigestión que terminó siendo ingresada por confundirse dichos síntomas con los del parto (aunque no todos coincidían) y provocándole artificialmente el mismo…

     Nada, nada, otro día os cuento la anécdota de la chica muda que la perseguía para que le hiciera la compra, o las historias compartidas con su tremenda amiga Eugenia, una mujer divertidísima que es capaz de fingir conversaciones telefónicas para que los que la rodean en un momento dado oigan lo que realmente piensa de ellos, o que define a cierto tipo de mujer “mal hecha” como “mujer bisonte”, porque es ancha de espaldas, estrecha de cintura y con el culo para adentro.

     Yo las escuchaba y no paraba de apuntar mentalmente todo para luego poderlo escribir en el blog a mi regreso.

     Porque ya está querid@s amig@s, ya pasaron las Navidades, ya terminaron esas fechas en que intentar quedar con todo el mundo, contentarlo y no enfadar a nadie se convierte en un reto que ni la agenda de la Casa Blanca.

Esto me hace pensar en lo que me contó una amiga, que desde que los padres se separaron hace más malabarismos y \"\"equilibrios en Navidad que el Circo del Sol en temporada alta. Aunque eso sí, el padre está tan encantado con la situación “ay, hija, qué pena me daría morir ahora, con lo bien que se está separado” que todo le parece bien.

     En fin, el Nuevo Año  llegó y yo tengo que volver al trabajo tras unas fantásticas vacaciones que me han servido para pasar de escupir sapos y culebras + querer exterminar el planeta a vivir cada día como un precioso regalo (en la línea de la última incorporación a la familia, una chica súper optimista, amante del color rosa y que practica boxeo que me ha desplazado irremediablemente como el “original” de la familia).

     Disfrutemos, pues, cada día, saquemos lo mejor de nosotros mismos, guardemos \"\"barriga, y si vais a Asturias, os recomiendo un par de sitios:

Casa de Comidas Nina. Si vais a visitar el Niemeyer no olvidéis daros una vuelta por Avilés, cuyo centro urbano es una maravilla. En el casco antiguo está este restaurante, en el que subes a un primer piso, te sientas en una de las pocas mesas, y disfrutas de comer como en casa. La señora que lo regente es encantadora. Pastel de cabracho impresionante, igual que los pimientos rellenos de carne.

 

Restaurante Casa Morán. Posiblemente no haga falta hablar mucho de él, pues es de sobra \"\"conocido, pero es que es un lugar entrañable, en el que comes un pote de saltársete las lágrimas, una ternera brutal… y el personal es una delicia. El pueblo es realmente bonito, y la zona, a un paso de Cabrales y el Naranjo de Bulnes, absolutamente recomendable.

¡Sed muy felices!

 

P.D. ¡gracias a todos, familia y amigos, por el trato recibido, por comprender las limitaciones de agenda y por toleras mis neuras!

18 comentarios en “Familia, Cabrales y Excesos”

  1. Under Too Much Wrapping Paper

    ¡Que gran figura, tu señora suegra! ¡Y que empachos se pueden coger por Asturias!

    Entiendo lo duro que es volver a casa por Navidad e intentar ver a todo el mundo y multiplicarse por ochenta. Acaba uno desquiciado y con necesidad de vacaciones en las antípodas.

    Y ahora que se acabó al Navidad, ¡a la v*rg* los pastores y a levantar las arcas del Estado!

  2. Hola Agustín: Veo que has disfrutado de tu tierra adoptiva y la mía de nacimiento: Asturias. Ya sabes, «Asturias, qué bonita yes». El cabrales, exquisito también en la cocina, haya que tomarlo en pequeñas dosis. Uno de mis platos preferidos es las fabes con almejes.

    Respecto a la frase que podía escucharse en los hospitales maternos-infantiles de la Seguridad Social, doy fe, yo misma lo oí hace muchos años cuando estaba visitando a una amiga y no me lo podía creer, a continuación pasó un médico con todo un equipo de estudiantes y me quité de enmedio, rezando para que nunca tuviera que vivir yo esa situación.

    1. Agustín Bonifacio

      Jajaja. Tremenda la situación de los hospitales. Me dio mucha pena no poder verte. Incluso fuimos a MODO por si de casualidad estabas. Pero es que tuvimos la agenda apretadísima… tanto como ahora la ropa, jaja.
      ¡Mil gracias por tu comentario! ¡Besos!

  3. Hola, Boni …(igualada que soy)

    jajaja……¡¡¡Eres tan gracioso y ocurrente….!!! Me gusta mucho como escribes las anécdotas.

    1. Agustín Bonifacio

      ¡Mil gracias! Bueno, es que las anécdotas también tiene su «miga», jaja. ¡Un beso enorme y gracias de nuevo!

  4. Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja ja, ja, ja!!! Hala, ya me he descacharrao otra vez!

  5. ¡Qué envidia de familia política! y… ¡qué envidia de vacaciones!
    Os las mereceis.
    Besos
    P.D. Borraré «bragas» de mi lista de cosas que llevar al hospital, total, para que me las hagan quitar….

    1. Agustín Bonifacio

      Jajaja. Eres genial. Ciertamente han sido unas vacaciones increíbles. Ni yo mismo me las creo 😉
      ¡Un beso enorme, MUSA!

  6. María Cortés cocinacardiosaludable

    Querido HKB: yo soy de los de tu abuelo, para mi desgracia, es decir, no dejo nada en el plato. Cosa que se me tatuó de pequeña, pues eran tiempos de los niños de Biafra, a los cuales apelaba mi padre, cuando no quería comer .
    Impresionante lo del hospital, no conocía esto. Me gustaría que se hiciese ahora en solo una ocasión, a ver qué ocurría, jajaja…
    Me alegro que hayas disfrutado en tus vacaciones, aunque tratándose de Asturias, lo tenías fácil, un beso. 😉

    1. Agustín Bonifacio

      Jajaja, me estaba imaginando volviendo a emitir semejante mensaje por la megafonía hospitalaria…
      Las vacaciones han ido fenomenal, y la vuelta mucho más fácil gracias a comentarios como los tuyos.
      ¡Mil besos compañera!

  7. Ay! Asturies… bonita tierra, buen yantar y mejor gente. Hace siglos que no voy pero guardo muy grato recuerdo. Me alegro que empieces el año descansadito y animado. Ahora a hacer bondad, pero tampoco demasiada, eh? ¡¡qué aburrido!! tú conténte un poco, ejercicio… y todo lo que quieras, pero sigue recomendándonos esos excelentes sitios a los que vas y, sobre todo, sigue haciéndonos sonreír.
    abrazo. Dolo

    1. Agustín Bonifacio

      ¡Qué sol eres! No te preocupes, que yo seguiré recomendando lo que pueda. Por cierto, he de decirte que ya volví al trabajo… Josú Josú Josú… ¡Qué shock!
      ¡Besos!

  8. Olga González

    Hola Agustín, me ha gustado mucho leer tu blog. Esa forma tan divertida, alegre y espontanea de contar las cosas.
    Un saludo muy fuerte desde la Rioja

    1. Agustín Bonifacio

      ¡OOOOOOOOOOOOOHHHHHH! ¡Qué ilusión! Mil gracias por tus palabras. Fue un placer compartir esa noche contigo. ¡Besos!

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