El rompecabezas del equilibrista

 

Ponerse en el lugar del otro, esto es lo que suele responder la gente cuando se les pregunta por la empatía.

Pues bien, al igual que Mecano cantaba aquello de: “es una ocasión singular la de que el dólar esté devaluado” yo me vi (pongan la misma melodía si tienen más de treinta años) “y la del profesional de salud que se ha de ir a sentar al otro lado”.

 

Resulta muy interesante ponerse en el lugar del otro, o, como dicen los ingleses, caminar con sus zapatos antes de sacar una conclusión (por cierto que la Musa Bruja, en este punto, considera que los hombres deberían caminar con tacones alguna vez para saber la tortura que eso significa, pero ése es ya otro menester).

 

Total, que el martes ejercí de paciente y me senté al otro lado de la mesa, ante mi doctora, con todo mi ramillete de síntomas. ¡Qué digo ramillete, aquello eran todas las flores de una planta de maternidad! Porque no sólo me visto como un pavo real cuando toca, parece que también puedo llegar a desplegar sintomatología con la misma suntuosidad.

 

Yo, que detesto las emociones fuertes incluso en los parques de atracciones, dejé a un lado tabús y prejuicios (a ciertos profesionales nos cuesta gestionar la propia debilidad) y me presenté como lo que era: un equilibrista en la cuerda floja.

Es una escena especialmente particular la de desnudarte completamente ante un extraño. Alguien, además, que sabes que dispone de poco tiempo, que probablemente ande tan estresado como tú.

 

Doy muchos cursos a profesionales de la salud, pero esa doctora me dio la mejor lección práctica a mí.

Con los elementos básicos de que disponía, tejió una red de seguridad, y supo crear el ambiente necesario para que pudiera tirar la barra, bajar de la cuerda.

E incluso sacó al público para que pudiera constatar mis grietas y romperme allí.

 

Yo iba dispuesto a buscar la llave que resolviera mis asuntos, pero quizá se tratase de cambiar la cerradura.

Así que entré de bajón y salí de baja. A pie de pista. Con mi rompecabezas bajo el brazo y tiempo para rehacer la imagen. ¿Qué foto saldrá? ¿Acaso los rompecabezas no tienen seis posibilidades?

 

Quiero dedicar este post a todos esos sobrecargados médicos de familia que velan por nosotros, armados de humanidad; y a todos aquellos profesionales de la sanidad que pasan horas en la trinchera para sostener, con su voluntad y empatía (y a costa de su propia salud) nuestros dramas y esperanzas.

Héroes todos.

 

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