Esquivé a la muerte. Por unos minutos. Los que se tarda en salir del metro Liceu y montarse en bicicleta. Llegué a casa y recibí la noticia. El impacto. El barrio fue acordonado.
Barcelona, nuestra ciudad, la de todos, ensangrentada. Rasgaron la arteria vital que tantos cruzamos a diario.
Y del horror surgió la esencia de esta población y sus gentes: el apoyo inmediato a las víctimas, los traslados voluntarios en taxi, las continuadas donaciones de sangre, los bocadillos que los vecinos acercaron a los bloqueados en la carretera.
Esa noche en que la ciudad estuvo en duermevela, callada por fuera pero con una actividad frenética en las entrañas de sus hospitales, sobrevolada por helicópteros, nuestra plaza ofreció la mejor de las resistencias: la vida, con sus establecimientos abiertos.
Las personas andábamos tan afectadas como las calles, pero allí estábamos, demostrando que no nos las arrebatarán.
En la mañana siguiente todo era extraño. La luz tamizada, la ausencia de ruidos, los pasajeros que viajábamos callados en el metro.
Llegué al hospital para trabajar en los servicios mínimos. El atentado estaba en todas partes pero sacaba lo mejor de cada uno: cooperación, empatía, esfuerzo, calidez.
La gente venía a preguntar cómo podía ayudar. Un minuto de silencio. Alguien que se acerca y te dice, llena de amor, que la gente no es mala, que comparar el dolor es cruel y que la vida es de todos.
Al acabar mi jornada lloré. Por el sufrimiento injusto, por los fallecidos, pero también por lo hermoso de ver al ser humano comportarse tan solidariamente.
Y supe por qué amo tanto esta ciudad portuaria, de mezclas y libertades: por el espíritu de sus gentes.
Nota: debiera haber publicado este post hace unas semanas, pero diferentes motivos no lo hicieron posible. Antes de narraros mis peripecias vacacionales creí necesario rescatarlo. Gracias a todos los que colaboraron en el abordaje de la catástrofe (fue un honor veros en acción) y a los que os interesasteis por nuestra situación y nos mostrasteis apoyo. Un abrazo inmenso a todas las víctimas.
Qué bueno estar de vuelta.
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Querido HKB: desgraciadamente tu post me es muy familiar. Nosotros vivimos lo mismo en Madrid con igual respuesta e igual sentimiento de tristeza, especialmente en mi familia que sufrió el atentado directamente. Aquí no hay ciudades no hay barrios ni profesionales solo personas, buenas personas. Yo también amo a Barcelona.
Un abrazo!!
Querida colega, imagino lo que debió de ser. Lo siento muchísimo. Todos fuimos Madrid. Y lo seguimos siendo. Un fuerte abrazo.
Los catalanes tienen toda nuestra empatía, Sabemos mucho de dramas terroristas dese aquello de
«matar a uno y aterrorizar a diez mil» , que dijo el teórico Walter Laqueur. Sí creo que reñías que haber escrito antes. Los psicólogos dicen que hay que contarlo y compartirlo.
Muchas gracias por tus palabras y tu ánimo, compañera. Eres un amor.
Y es la gente como TÚ que configura la ciudad. Grandes, muy grandes, l@s barcelones@s.
Muchísimas gracias por tus palabras. De verdad. Gente como tú hace grande este escenario. ¡Besos!