A la Clase Cuidadora

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Imprescindibles.  En ocasiones invisibles. Fundamentales. Algunxs ilegales (si es que hay persona ilegal). Y ahí están, como los pilotes que sostienen Venecia. A veces con el agua al cuello para que no nos ahoguemos. Para atendernos en los supermercados. Para cuidar a nuestrxs mayores. Para que los espacios que utilizamos estén en condiciones. Para llevarnos en transporte público. Para transportar lo que consumimos. Para cultivar y recoger lo que ingerimos.

Trabajadores de jornadas que se estiran como el chicle. De aquí y de allá.

No importa el idioma porque el lenguaje es común. Y quien no lo conocía lo aprende a la velocidad de quien lo necesita urgentemente para descargar una pesada mochila aún en la espalda. Y la lengua se enriquece.

Manos esforzadas, espaldas cansadas, actitud de hierro, recuerdos de familia, amigxs, comidas, piso o habitación.

Prudentes como para no levantar una voz que les ponga en el punto de mira de quien maneja el martillo que golpea el clavo que sobresale.

Y sin embargo merecen la visibilidad, el reconocimiento, su parcela de aplauso.

Sé que no todxs son emigrantes o hijxs de emigrantes, pero a ellxs especialmente quiero dedicar este post en el Día Internacional de los Trabajadores.

En mi realidad cotidiana tengo que agradecer a personas de Paraguay, Perú, Ecuador o Rumanía su tarea. Y supongo que también. Por lo tanto no es algo personal, sino universal.

Gracias a la llamada clase cuidadora. Ojalá sepamos devolveros cuanto hacéis y os cuidemos como merecéis.

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Un abrazo virtual enorme.

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6 comentarios en “A la Clase Cuidadora”

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