Anoté en las hojas de mi cuaderno de viaje que Atenas era una ciudad viva, vivísima. Cruda, crudísima. También escribí muchas veces –tantas como gritaban sus paredes- dignidad y esperanza.
Me había preparado a conciencia -como es habitual en mí- rayando lo obsesivo y la amenaza de divorcio de mi marido. Quería poder comprender lo que me encontraría, lo que vería. La inmersión incluyó ciclos de cine griego en casa, lectura de voces locales, documentales, música, aprendizaje de algunas frases… llegué incluso a memorizar mapas y rutas.
Hay quien –con razón- lo considerará una tortura. Para mí es viajar dos veces. O más. A mi marido mejor no preguntarle (luego le tocaría, además, posar en todos los escenarios seleccionados).
Gracias a todo ello pude saber que Atenas es una ciudad para disfrutar al atardecer, y comprender que nacer en Grecia, desde hace tiempo, puede provocar una herida interna perenne. Lo leí de Theodor Kallifatides, de Antonis Samarakis o de Petros Márkaris. Pero me faltaban las voces de las mujeres (más allá de la enorme Melina Mercouri), de las personas disidentes. Quería dar con ellas. Afortunadamente, aunque brevemente, allí pude conversar con un par de mujeres.
Quizá hubiera podido hablar con más personas si hubiera sido capaz de responder a las preguntas y propuestas de conversación que continuamente me hicieron en griego. Nunca tuve perfil apolíneo, pero todo el mundo me tomaba por local. Daba igual que yo utilizara el inglés, o que les soltara “den katalaveno” –no entiendo-. La gente insistía en hablarme igualmente en griego, sin comprender por qué yo no lo hacía.
Afortunadamente nuestros pasos nos llevaron hasta un par de mujeres que hablaban castellano (una por origen), y ellas me explicaron que allí, para seguir adelante, la gente había desarrollado la capacidad de olvidar. También la de poder cambiar de vida, dejando atrás todo lo malo para siempre, arrojando una piedra negra a sus espaldas.
La española así lo había hecho, logrando salir de sus prisiones para abrazar una nueva vida y su enorme capacidad para interactuar con la gente. Deseé con todas mis fuerzas que su historia fuera la de todas las mujeres.
Supuse que desarrollar esas capacidades ha de ser tan necesario como aprender a caminar sobre unas aceras que no son mar en calma ni amplios ríos, sino marejadas encorsetadas, resultantes de sumar capas de historia, de raíces, de orgullos y de derrotas.
Algunos rincones me transportaban a Beirut, otros a Hong Kong, a Nápoles, a Lisboa o a Madrid. Algunas visiones me parecieron lecciones y otras espejos.
La capital de Grecia no es una ciudad, es una actitud vital.
Comprobé que en Atenas (¿sólo en Atenas?) el pasado se puede sortear, pero no se puede obviar. Quizá ese poso es el que mostraban algunos hombres mayores, de inicio rudos y huraños, y al cabo de un rato amigables, divertidos e incluso tiernos. Al menos así lo fueron algunos con nosotros.
La ciudad me pareció poliédrica, bella y áspera a la vez, llena de encuentros y música. Un lugar donde coexiste (no sé si convive) la historia lejana y la reciente, la gentrificación, la especulación, la turistificación y la ilusión. Muchas veces a pelo, en moto y sin casco.
Y para poder digerirlo, olor a flor blanca y oasis de todo tipo para quien los sepa detectar. Creo que nosotros lo hicimos.
He vivido días casi perfectos, he tomado vinos incomparables (nunca olvidaré uno de Nemea de 2015), he comido divinamente, he contemplado rostros fascinantes que parecían materializarse de grabados antiguos. También me dado de bruces con sus pesadillas.
Pero lo más importante e inesperado es que volví de Atenas con una revelación: no, yo ya no era el mismo. Porque mientras el avión aterrizaba en Barcelona y terminaba otro libro de Kallifatides, supe que había tirado una piedra negra tras de mí. Sí, yo también me había reconciliado con mis ruinas.
Puede que tú ya conozcas Atenas, que te haya gustado o te haya dejado un sabor amargo como el de sus naranjas callejeras. Si no has ido yo te invito a que lo hagas. Y para que la experiencia sea más agradable, aquí te comparto algunos de mis restaurantes preferidos.
ASTER
Todo es destacable en el Aster: la decoración, su encantadora terraza, los platos, la calidad relación – precio, el trato… En un barrio con mucho encanto y lleno de propuestas gastronómicas: Ano Petralona. Una dirección para tener en cuenta sí o sí.
FINEWINE ATHENS
Una propuesta que es casi un milagro, así que hay que cuidarlo. Se trata de una vinatería en una encantadora escalera de Plaka. Aunque parezca imposible, aquí encontrarás gente local. Si no te gusta el vino, los quesos o los embutidos no es tu lugar. Si todo eso te apasiona, felicidades, pues sólo ofrece vinos y un único plato: tabla de embutidos y quesos. Para una cena especial.
KARAMANLÍDIKA
Muy cerca del mercado central, en una calle que transporta a Asia con sus tiendas y aromas, se encuentra este negocio de embutidos y restaurante. Platos sabrosos y a muy buen precio, pero lo mejor, sin duda, si vienes de España, es poder hablar con la encargada –María- y dejarse seducir por sus relatos y sus mermeladas.
OUZERIE LESVOS
Un local muy auténtico, con decoración que habla de otros tiempos no tan lejanos. Platos sencillos increíblemente sabrosos y bien ejecutados. Ambiente fantástico y precios anticrisis. Un buen lugar por si os animáis a probar ouzo.
MAVROS GATOS
Un restaurante con mucho encanto, gente local y recetas sabrosísimas de diversas islas griegas. Se encuentra en un barrio muy animado (Psyri) lleno de propuestas para comer o beber.
ATLANTIKOS
Muy cerca del Mavros Gatos encontrarás este agradable local de pescado – freiduría. Mesas siguiendo la calle y precios muy correctos.
A FOR ATHENS (el BAR)
Probablemente la vista más famosa de Atenas, con Monastiraki y la Acrópolis de fondo, sea desde su terraza. Si intentáis reservar por internet os pedirán una cantidad respetable. Nosotros descubrimos allí mismo que existe otra opción más accesible: puedes ir sin reserva y tomar algo en su barra (justo un piso debajo de la terraza principal). Para un atardecer memorable.
Y para terminar te dejo una música: la de SKIADARESES.
Espero que también hayas tenido unos días bonitos, y que si lo necesitas puedas arrojar una piedra negra tras de ti.
Un abrazo ENORME.
Qué gusto que estés aquí.
IG (☞ ゚ ∀ ゚) ☞ ◙ @agustinkong
Cuanto agradezco tus experiencias de este viaje. Conocí por primera vez Atenas allá por 1987. Y por suerte, solo. Suerte para mí y para mi virtual y posible compañero de viaje. Dicen que viajamos 3 veces: al preparar el viaje, al hacerlo y al recordarlo. Con la particularidad que Atenas me ha hecho vibrar a cada instante y me ha enviado a una dimensión más allá de lo real. Cada piedra marcó algo en mi dia a dia. 44 años volando conociendo lugares y permitiendo que cada uno deje su impronta en mi, pero Atenas fue Atenas y tú hoy me llevaste nuevamente allí, te lo agradezco. Al regreso de ese viaje tuve que dar un curso de Comunicación cuyo nombre fue «Bienvenidos al Ágora».Volví en los ’90 para el típico «turismo veraniego» de islas y cruceros. Ya estoy en esa 3ra etapa del viaje del «recuerdo». Quizá deberia volver a tirar una piedra negra, lástima no haberlo sabido antes. Gracias
Querido Alejandro,
gracias por tus palabras. Se percibe que eres una persona que sabe viajar y vivir plenamente.
Deseo que puedas arrojar esa piedra si lo necesitas.
Te mando un abrazo enorme
¡Qué pedazo de viaje! Parece que físico y emocional. Desde luego, le has dado la vuelta a la imagen típica de Atenas.
Muchas gracias por tus palabras. Ha sido un regalo de viaje y un flechazo 💘