Madre Mía

 

¡Madre mía! Pensé cuando una de las Musas nos dijo que su programa favorito actual es uno sobre asesinos en serie. Con lo radical que es ella… ¡como para darle ideas!

 

 

¡Madre mía! Exclamé al escuchar que en una de nuestras islas afortunadas la única discoteca de la misma cerraba los fines de semana (y abría exclusivamente de lunes a jueves) por todos los shows conflictivos que se daban de viernes a domingo.

Claro que en dicha isla también han tenido que cerrar –definitivamente- los prostíbulos , debido a que las mujeres isleñas se presentaban en los mismos para sacar a rastras a sus maridos y soltarles cuatro frescas a las trabajadoras. ¡Eso es una isla con carácter y unos isleños pasionales! ¿Para cuándo un reality?

 

 

¡Madre mía! Me dijes tras presenciar cómo el compañero bailongo dispone de un “stock” de miniregalos en casa para que nunca le pille desprevenido la caída de un diente de alguno de sus hijos. Eso es organización.

 

 

¡Madre mía! Cuando en la estupenda fiesta de reinauguración del Hard Rock Café de Barcelona no sólo pude presenciar en Zona VIP el acústico de Macaco, sino que de repente descubrí que a mi lado estaba uno de mis modelos preferidos: ¡Oriol Elcacho! ¡Gracias HARD ROCK!

 

¡Madre mía! Al ver que depositan en tus manos un original de Calderón de la Barca para que lo hojees. Os juro que fue una experiencia inolvidable (como inolvidable fue a su vez el momento en el que te muestran que también conservan uno de los dedos del autor). Yo, que soy un amante del Siglo de Oro, y que hacía tan poco había estado en el Corral de Comedias. ¡Gracias Musa Mexicana! ¡Gracias, compañeras del Institut del Teatre!

 

 

¡Madre mía! Al comprobar que tus temores se cumplen y que tu vecino ha decidido estudiar saxofón seriamente. O lo que es lo mismo: todas las tardes –especialmente los fines de semana a la hora de la siesta- toca el inicio de “how deep is your love” unos dos millones de veces. Si no fuera porque respeto el legado de los Bee Gees, cogería una ouija y les enviaría un whatsapp telúrico diciéndoles cuatro cosas. Aunque peor lo tiene mi ex jefa: su vecino, acordeón mediante, está practicando una y otra vez “moliendo café”.

 

 

¡Madre mía! Cuando ves las borracheras de algunos de tus amigos y sus efectos. Un amigo y una amiga, que hacía mucho que no se veían, quedaron en casa de él por la tarde. Llovía. Empezaron a charlar y a beber, a beber y a charlar. Las horas pasaron. Llegó la madrugada. Ellos seguían erre que erre. Al amanecer ya no podían más, les vencía el sueño y el cansancio. Ella se quedó dormida en el sofá. Él alargó la mano, tomó una manta y la tapó. A la mañana siguiente ella estaba a punto de la muerte por congelación: con la borrachera él no la había cubierto con una manta sino con una toalla empapada que estaba tendida bajo la lluvia.

 

 

¡Madre mía! Cuando por poco se te olvida felicitar a tu madre en el día de las mismas. ¡Ay, las madres! Madre no hay más que una, y yo pienso… ¡menos mal!

 

Las madres, esos seres sobrenaturales capaces de sacar lo mejor y lo peor de nosotros.

 

A mí, de momento, la mía me está sacando el acné, porque desde que he sucumbido a lavarme el rostro con su jabón, luzco una piel estupenda.

 

Yo las admiro, porque hacer bien de madre es un tema muy serio. De hecho, una buena madre podría gobernar –y ordenar- el mundo mejor que muchos políticos profesionales. Por no hablar de la gestión de la economía.

Hay que cuidar a las madres, y nunca, nunca, infravalorar sus palabras mágicas: “es por tu bien”, “ya te lo decía”, “como vaya yo y lo encuentre”.

O de lo contrario sufriréis su ira y no os hará vuestro plato favorito. Porque… ¿quién suele llevar la batuta en las familias? ¡Madre mía!

 

 

¡Sed muy Felices!

 

 

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