\»Imita al agua, que todo lo vence porque a todo se amolda\». Lao Tse.
Si algo admiro más que la prudencia es la flexibilidad. En todos los sentidos. Porque yo únicamente fui dotado de hiperlaxitud en las articulaciones, y no es lo mismo.
Tengo una compañera de trabajo que ya pueden venir tifones, sobrecargas, recortes o noticias bomba que lo encaja serenamente: “a ver, hay que adaptarse, y ser práctico. Seamos inteligentes y pensemos pues qué hacemos ahora”. Alucino. Donde yo tengo un ataque al corazón ella tiene una nueva estrategia.
Podría parecer que el flexible tiene horchata en las venas, pero nada más alejado de la realidad. Ah, por cierto, creo que alguna vez lo comenté, pero por si acaso os diré que la mejor horchata de Barcelona la encontraréis en SIRVENT, en la calle Parlament (ahora territorio Hipster).
En otro orden de flexibilidades, toda la vida aluciné con los gimnastas, los equilibristas o los profesores de yoga. ¡La de juego que ha de dar eso! Espatarrarse con estilo y dignidad es algo francamente difícil, sobre todo en estos tiempos, en los que la elegancia escasea tanto. Aún recuerdo con añoranza y cierta tendencia al “viejoverdismo” mi discreto paso por la danza contemporánea. En ocasiones pienso que fue una suerte tener artrosis, ya que ni como yogui ni como bailarín hubiera sabido lucir las mallas.
Siguiendo las variantes de la flexibilidad, tengo amistades de ésas que se enamoran de personas, y que transitan alegremente de la bisexualidad a la heterosexualidad pasando por el lesbianismo y la homosexualidad. Fan. Ahí está una de las Musas, a la que conocí ejerciendo de lesbiana y ahora tiene dos hijos preciosos y un marido estupendo. Viva la gente sin cargas morales. Influenciado por las novelas apocalípticas, siempre pensé que si desaparecía la raza humana lo mejor era ser heteroflexible – homoflexible para adaptarte a cualquier posible superviviente.
Lo que sí soy es flexitariano. Desde hace unos cuatro años. Vamos, tendiente al vegetarianismo pero que incorpora proteína animal eventualmente sin hacer por ello un drama (ideal cuando vas de visita a otra casa o cuando tu madre te trae un arsenal de tuppers).
De hecho, si queréis probar un estupendo restaurante flexitariano, acaba de abrir uno magnífico en Barcelona, el FLAX & KALE. El local y el interiorismo son una maravilla, y la carta es deliciosa. Aún salivo recordando su caviar de algas, su sandía a la plancha o su hamburguesa de atún.
Otro de los restaurantes que he descubierto recientemente, y que pasa a mi lista de preferidos es el SON HAO, dedicado a la comida taiwanesa. La decoración es una amalgama de inputs de Taiwán, desde las molduras de sus templos a un pequeño altar. Pero lo mejor, más allá de sus comensales asiáticos y lo deliciosa de la comida (atención a un plato de cerdo con sésamo especial de la casa) es el divertidísimo dueño del local. Os seducirá.
En fin, disfrutad de vuestra flexibilidad… ¡Y sed muy felices!
¡Nos vemos en Instagram !
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Estoy muy de acuerdo en eso de la flexibilidad. Pero hay que saber marcar y dejar claro qué es flexibilidad y el qué lasitud. Que una cosa es facilidad para adaptarse y la otra la indolencia.
Yo con la carne, soy flexible, pero no indolente… =D
Tiene usted toda la razón. De hecho, no lo escribí en el post pero encontré esta frase: «Y por supuesto que la flexibilidad y la tolerancia tienen un límite a partir del cual ya no es virtud, sino lo contrario». ¿No es genial? Bueno, como usted.
En los tiempos que se avecinan hay que ser flexibles. Si uno quiere sobrevivir, ha de estar preparado para todo. Incluso para enfrentarse a un código CAPTCHA
Jajaja. ¡Sí! ¡Exactamente! Un BESO ENORME
Querido HKB: desde luego que hay que ser flexible, pero es tan dificil…sobre todo en estos momentos…
Adoro ser flexitariana aunque a veces me gustaría serlo más.
A ver si somos mas flexibles y conseguimos vernos en alguna ocasión, jajaja.
Un abrazo.
Yo por verte más hasta me hago vegano-carnívoro si hace falta. ¡BESOS!