Hay gente que pasa su vida haciendo cosas que detesta para conseguir dinero que no necesita y comprar cosas que no quiere para impresionar a gente que odia. Emile Henry Gauvreay.
El cliente puede comprar un coche del color que desee, siempre y cuando sea negro. Henry Ford.
Comprar por internet es un placer. Y un vicio. A mí me sienta mejor que el chocolate. Claro que la culpa posterior al arrebato tampoco es muy digestiva en ocasiones.
Al igual que el dinero, comprar no dará la felicidad, pero alegra que da gusto. Yo me lo noto: salgo de guardia y… ¡zas! Una camisa. Tengo un día estresado y… ¡pumba! Una mochila.
Me resulta tan auto compensatorio que he tenido que quitarme el acceso directo a ciertas páginas de moda online a ver si al menos me resulta un poco más difícil. Ya os diré. De momento me he pedido un kimono monísimo de una marca de Londres (fue un día muy duro y me viene perfecto para un evento, tenéis que entenderlo).
Pero es que es tan fácil… y además tan anónimo… Nadie te mira en una cola del probador. Y lo mismo puedes comprar una prenda chillona plateada y de serpiente (mi caso hace poco, vía Corea del Sur) que un vibrador último modelo (lo que a mí me pasa con la ropa a la Musa Bruja le sucede con los juguetes sensuales atípicos y avanzados).
Ambos tenemos la misma excusa explicación: es una inversión para nuestro uniforme de trabajo, ¡tenemos una imagen que dar! Yo cada vez tengo más seguidores de street style y ella de SM (algún día os hablaré del facebook que existe para fans del bondage, aunque eso será en otra ocasión).
Pero volvamos al tema anonimato. Todo es discreto hasta que llega el momento de la entrega.
No, el paquete no suele dar pistas del contenido, pero cuando compras mucho y siempre es el mismo repartidor, los comentarios empiezan a sucederse. “Ya me extrañaba a mí que no tuviera que traerte nada esta semana” o “vengo tanto que ya es una costumbre”. Y tú te quieres fundir, con la señal del “adicto” en la frente, mientras firmas “confieso” por “recibí”.
En una ocasión me entregaron un paquete que no era para mí (aún no he llegado a solicitar cierto tipo de lencería, la verdad) y la excusa fue “di por sentado que era para ti, disculpa”. Supongo que si hubiera sido uno de esos japoneses fanáticos de las braguitas, hubiera estado muy feliz y hubiera creído en la bondad de Budha.
Y hablando de japoneses. La otra tarde, surfeando por páginas de viajes (mi otra gran pasión de compras internáuticas) ¡di con un billete idea y vuelta a Tokyo por 450 euros! Me quedé tan sorprendido que lo tuvimos que comprar, claro. ¡Así que volvemos a Japón!
Hemos pasado de no saber si haríamos vacaciones a tener ya un viaje montado por la capital y los pueblos montañeros japoneses (porque también encontré unos chollos de hoteles, obviamente).
Como veis, no miento. Tengo la tarjeta que echa humo. Si algún día me la hackearan, no podrían más que rebañar las migajas internáuticas.
Y eso que aún no he descubierto las maravillas de la compra colectiva, vía groupon o similar. Ni las subastas de ebay, ni las pujas de mudanzas… Tengo a todas mis amigas preparándose para el verano comprando vales a precio de ganga canjeables por sesiones del chaleco electrocutante ése, o del otro rodillo y el mono compresor. Y ellas encantadas (y doloridas) oye.
Definitivamente, después de la salsa romesco y la lavadora, lo mejor que ha inventado el ser humano es la compra online. Recuerdo la primera vez que me fui a vivir solo: únicamente tenía presupuesto para el gimnasio o para internet. Imaginaréis la decisión: pensé que ya haría deporte al aire libre o una rutina en casa.
A día de hoy, afortunadamente, no hace falta elegir: todo el mundo tiene móvil 3g y por internet puedes apuntarte a unas clases tipo gonnafit o similar estupendas.
Cualquier día, si encuentro mi alma a buen precio, la compro. Y luego la revendo al diablo por el doble.
Brindemos por internet, que lo mismo te quita la celulitis que te facilita un nuevo novio. ¡Pero usémoslo con cabeza! ¡Y protección!
¡Sed muy felices y comprad sin arruinaros!
¡Nos vemos en Instagram !
🙂 Grupo de Hong Kong Blues en FACEBOOK.
PD: mil gracias a los compañeros de trabajo que recogen los paquetes en mi ausencia 🙂 Os adoro.
Querido HKB: a mí también me encanta comprar en internet, encuentras cosas que te apetece tener y no encuentras en las tiendas convencionales, además te queda bien!…quizás el inconveniente es la accesibilidad, pero dada mi edad no me afecta ya…
Enhorabuena por tu hallazgo para ir a Japón.
Un abrazo.
Muchas gracias compañera. Sí, fue un subidón total lo del viaje. Estás estupenda, seguro que darás con prendas fabulosas. ¡BESOS!
¡yo me he tenido que frenar! Me encontré no usando, regalando u olvidando lo que me compraba por internet. Lo carga el diablo.
Jajaja. ¡Echa el freno madaleno! Pero muy bien tu lado altruista. ¡BESOS!