Salir del armario es más duro que salir de la crisis. O eso dice una Musa.
Ella insiste en que le plantaron el armario sin pedirlo y que cuando ya estaba acomodada, llegado el momento, de él la sacaron a la fuerza. \»Exceso de pluma\» fue el veredicto. La sociedad, que adora los juicios el bricolaje y es muy detallista.
Porque el armario se hace, no se nace, amig@s. Y no hay que preocuparse, se realiza a medida. Que si hay armarios de interior, que si los hay de exterior, que si los tienes desmontables para que te los puedas llevar donde quieras, en plan ikea… y lo mismo que la cadena sueca te pueden llamar de todo: Smörrón, Brejtüsta o Jjáshkor. Bueno, te pueden llamar de todo menos bonito, por muy mono que seas.
Salir del armario (si no es que te sacan, como a la Musa) es un pasatiempo formidable, como correr a oscuras en un campo de minas. Lovely. O como intentar superar el juego de la oca. Y no, no me refiero a la pluma.
Al menos no es el encantador juego del ahorcado, como en otros países.
Por el camino puedes caer en el pozo (si no te tiran), pasar una temporada en la cárcel (¡Ay! ¡Esa entrañable Ley de Vagos y Maleantes por la que algunos suspiran!), perderte en un laberinto sentimental… o que te ronde la muerte en los tacones (el índice de suicidios LGBTI es de tres a uno frente a la población hetero).
Claro que también puedes tener suerte con los dados y dar con otras ocas como tú junto a las que avanzar hasta la meta y la conquista social. Pero lo trepidante no te lo quita nadie. Si eres gay el aburrimiento, desgraciadamente, no entra en el menú.
Pero recuerda: ¡Haz dieta! Sin tetas ser guap@, divertid@ y estilos@ no hay paraíso (ni tolerancia). Si eres gay, obeso y de mal carácter se te recomienda hara-kiri u ostracismo. ¿Te apetece?
Me hace gracia cuando los medios de comunicación dicen que lo LGBTI está de moda, o cuando banalizan con el día del Orgullo. Especialmente ahora, con el colectivo trans o intergénero en el punto de mira. Que si cuánta visibilidad en series, que si fíjate todas las campañas… ¡Ja! ¡Qué más quisieran que no tener que estarlo!
Cuando se tiene delante a una persona homosexual o transexual hay que pensar que se está frente a un superviviente más meritorio que los de teletrinco. Y si conserva la salud mental y el buen humor, ante un milagro de la resiliencia (milagros de Dios no, que Dios ama a todo el mundo menos a los LGBTI, es lo que tiene la letra pequeña).
Porque ha tenido que superar mucho, y con frecuencia a un alto precio (acoso escolar, laboral y cibernético; pérdida de familia o amigos; cambio forzoso de domicilio o trabajo…).
En fin, yo aprovechando la democracia y que me caso voy a hacer una lista de boda a lo casa japonesa. ¿Cómo es? Pues en Japón, por falta de espacio, no hay armarios, sólo percheros. Vamos, closet-free. Los armarios, para los que le quepan.
¡Sed muy Felices!
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Es terrible que se banalice. Cuesta mucho… pero cada vez menos. ¡Afortunadamente! Gracias a la gente que se enamoran de personas y no de géneros…
Ojalá tengas razón. Yo detecto muchas diferencias entre territorios. Que triunfe el ser humano. ¡Muchos besos!
Querido HKB: no sé qué decirte sobre tu post…yo hace tiempo que salí del armario mental…sólo voy a cometer una imprudencia por lo que voy a decir…pero en algunas ocasiones lo que han pasado la gente de estos colectivos…les hacen mejor personas y te encuentras gente con una proactividad maravillosa…como tú y Piticli.
Un abrazo!
Ay, ojalá tengas razón. Siempre es bueno convertirse en una persona mejorada. ¡Besos!
«Salir del armario». ¿A qué me suena? A timidez. Sólo a timidez. La timidez, en mi modesta opinión, es algo que, como
la juventud, se cura con el tiempo. Claro que siempre
hay que esforzarse.
Qué grande eres compañera. ¡Besos!