A mí lo que más me gusta no es la paella. Ni siquiera la ropa (y mira que tengo para vestir a todo Lugo). No, a mí lo que me apasiona es otro asunto. Y creo que no soy el único.
Tres cosas hay en la vida, según reza la canción: salud, dinero y amor. ¡Ja! Ok, eso está bien. O más que bien. Pero hay una cuarta, el súmmum del súmmum: tener la razón.
Tener la razón es un placer supremo que no puede equiparar ni el mejor helado de turrón. Y ya es decir.
Es a lo que aspiran las partes en la pareja, los compañeros de trabajo… ¡los contertulios en un bar!
Dile al tipo del bar qué prefiere: tener una caña gratis o tener la razón. O a la mujer: una cena romántica o tener la razón. Está claro.
Tener la razón está bastante relacionado con tener el poder, que también apetece lo suyo, pero no son sinónimos (por 25 pesetas, ejemplos de tener el poder sin tener la razón: 1,2,3, responda otra vez).
Yo no sé en los países civilizados, porque allí a lo que se aspira, supongo, es a la equidad y la verdad científica, pero aquí, en el segundo mundo, con el poder, y la razón en el mejor de los casos, nos damos más que por satisfechos.
De todos modos esto no sucede en el cien por cien de los casos. Me explico: ayer tuvimos una nueva “sesión ilustrativa” sadomasoquista con la Musa Bruja.
Durante más de una hora aprendimos desde “coser delicadamente el cuerpo humano” a “te azoto con una regla y un alambre de pinchos”, pasando por “te cuelgo como un fiambre” y “te electrocuto como yo quiero”.
En todas esas situaciones que el sumiso tuviera la razón era lo de menos. El dominante atizaba. Y si uno se fijaba, no quedaba claro quién tenía realmente el poder o el control. Pero el placer era compartido.
Vamos, que en los entornos sadomaso la razón es lo de menos.
Lo mismo que cuando organizas tu boda. Desarrollaré la respuesta: estos días andamos decidiendo dónde sentaremos a la gente, qué incluiremos en el presupuesto o cómo se hará la ceremonia. ¿Creéis que ahí se impone la razón? Ni en broma. Eso más que acuerdos son pulsos.
Y al final de lo que se trata es de salir escaldado lo justo. Pero con gusto. Porque el placer ya no sólo está en reunir a la gente, sino en los quince días de vacaciones extra.
Ahora que lo pienso: hay algo que me gusta más que tener la razón. ¡Las vacaciones!
¡Sed muy Felices con y sin razón!
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¡Cuánta razón tienes! (sí, demasiado fácil). Aunque, un helado turrón gana todo…
Y si es de la CAMPANA más, jeje. ¡Besos razonables!
Este post es francamente brillante. Das en el clavo.
Muchas gracias.
Jajaja. Ojalá tengas razón. ¡Besos!
Sentar a la gente es uno de los motivos para divorciarse antes de casarse, así que relájese: todos sus invitados estaremos encantados de asistir aunque nos siente entre un dictador argentino y un obispo de la vieja escuela. Mil besos.
Jajaja. Me alegra saberlo, la utilizaré de comodín entonces 😉 ¡Besos!
Querido HKB: a mí me encanta tener la razón, además pertenezco a la mitad de la población mundial que siempre la tiene: las mujeres!!, jajaja.
Un abrazo!
¡Es verdad! ¡Tienes TODA la razón! Jaja. ¡Besos!