“Cuando era joven descubrí que el dedo gordo siempre acaba haciendo un agujero en el calcetín. Así que dejé de ponerme calcetines”. Albert Einstein.
A un hombre se le conoce por sus calcetines. Al menos eso es lo que opina la protagonista de mi novela. Que sí, que sí, que los zapatos dan información (limpieza, calidad, estilo…) y los pies descalzos ni digamos (los mejillones, para las costas, y las águilas, para las cumbres). Pero para saber cómo es verdaderamente una persona, los calcetines.
PICICLI piensa que yo tengo alguna obsesión extraña con esas prendas, pues no sólo hablo de ellas sino que incluso escribo cuentos infantiles con un calcetín desparejado como protagonista (cierto). Pero volvamos a la clasificación de mi protagonista.
Ahí tenemos al creativo peterpanesco, que luce colores vistosos con originales dibujitos (flamencos, ovnis, hawaianas) y que pasa de abandonar la juventud sea cual sea su edad.
O al que usa traje y cree que por ello lo mejor son los tipo media –también llamados, válgame Dios, ejecutivos-. Uno se los imagina en despachos wannabe, con mucha carpintería de aluminio, o directamente en inmobiliarias y cualquier lugar en el que el aire acondicionado esté a tope. Porque de lo contrario aquello suda que ni ante el polígrafo. Y todos imaginamos lo que ha de ser, resbalar y oler aquella fibra sudada.
Por otro lado tenemos, directamente, al que le compra los calcetines su mujer. O su madre. Sin comentarios.
En el bando femenino tenemos una variante peculiar: la que usa calcetines bajos adornados con volantes. Uno nunca sabe si es la modernidad y la personalidad andante… o lo contrario.
Y hablando de modernidad y tendencia, con lo que no debía de contar la protagonista de mi novela es con el nuevo precepto “sufra por los pies”.
Básicamente hablo de las últimas premisas del moderno: no use calcetines en invierno ni en defensa propia, pero, por supuesto, lúzcalos, y bien subidos, en verano. Pienso qué decir y yo mismo me autocensuro, sobre todo porque he lucido eventualmente ambas opciones. Si es que no tengo lógica ni personalidad.
La próxima vez que conozcáis a alguien, observad sus calcetines, a ver qué os indica. Y si es de los que no usa en invierno, preguntadle si lo hace por Einstein o por Sartorialist.
Posdata: si os preguntáis por qué este post es más “ligero” es por el verano. Iba a escribir una larga y sesuda disertación agudísima sobre si todos los jóvenes quieren ser “it boy / it girl” y el programa de la tele pero pensé: tate quieto, que medio país ya está descansando y el otro medio lo que quiere es descansar.
Disfrutad del verano (con o sin calcetines) y… ¡Sed muy felices!
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Echo de menos que hables de los pickies… yo soy de pickies en verano.
Jajaja. Los pickies se merecen un artículo entero. Yo soy incapaz de llevarlos porque se me escurren talón abajo SIEMPRE. ¡Besos!