Desde Dinamarca con amor

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He ido al Primer Mundo y aquí estoy para contároslo.

Lo primero que me fascinó cuando subí al avión es que lo pilotaba una mujer (la comandante Suzy) y que el sobrecargo era un hombre. Detallitos, me diréis. Luego leí que los hombres realizan el 47% del trabajo doméstico en Dinamarca y ya me fue encajando todo. Bravo bravo bravo.

Ah, que no os lo había dicho, perdonad, fuimos a pasar las vacaciones de Semana Santa a Copenhague.

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Dinamarca tiene el índice más bajo de corrupción en el gobierno, una de las mayores tasas de igualdad entre géneros y está a la cabeza en energías renovables. Comprenderéis que me sintiera en otro planeta, ¿verdad?

Para acabarlo de redondear la gente sonríe por la calle y hasta se toca y se besa. ¡Y eso que dicen que sólo lo hacemos en el sur! Muy fuerte todo, la verdad.

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Yo tenía miedo de que me miraran por encima del hombro pero ni eso, fueron todxs muy majxs y educadxs (incluido el personal del control de seguridad del aeropuerto, con eso os lo digo todo).

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Si tuviera que ponerle alguna pega no sería al idioma (dificilísimo pero hablan divinamente inglés y son súper accesibles) ni los precios (todo rozando a lo carísimo) sino el clima, que es más bien tirando a Polo Norte, y a la comida (que es escasilla y con toneladas de apio), pero el resto compensa sobremanera.

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De hecho no fuimos los únicos de estas latitudes que sucumbimos a sus encantos, qué va, sorprendentemente Copenhague estaba a rebosar de españoles esta Semana Santa. Tanto que en algún momento dudé si no se trataba de una huida o una invasión.

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Tanto si planeáis invadirla como únicamente disfrutarla, aquí os dejo una propuesta para dos días en la ciudad de la Sirenita. He excluido el parque de atracciones y los museos (porque eso aparece en cualquier guía). Ah, y mejor en bicicleta. ¡Alquilad una y disfrutad de sus kilómetros de carril bici!

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DÍA 1. Partiendo de la plaza del Ayuntamiento o del Tívoli, dirigirse a la Isla del Castillo. Allí podréis ver el Parlamento, la Bolsa o la Biblioteca Real. Cruzad los puentes y seguid hasta Kongens Nytorv (un plaza preciosa). Ahí arranca el famosísimo canal de Nyhavn. A un tiro de piedra está la plaza de Amelienborg (donde contemplar el Palacio Real y el cambio de guardia) y la Iglesia de Mármol.

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Si continuamos en dirección este llegaremos hasta la Sirenita, S. Albans y la fortaleza de Kastellet. Si el tiempo lo permite, comer al aire libre por la zona es un placer.

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Después de coger fuerzas, y como la ciudad es absolutamente llana, podéis pedalear de vuelta cruzando los puentes hasta Christiania y la imponente iglesia de Nuestros Salvadores (con su enorme torre) o bien hacia la zona de Ostergade (centro peatonal y de tiendas), donde suele haber mucho ambiente. Vale la pena aproximarse a la Torre Redonda y contemplar las vistas desde su mirador.

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El barrio latino está al lado, así que hay que acercarse. El lugar que más me gustó de ese área fue Grabrodretorv, una plaza rodeada de casas de colores. Antes de volver al hotel a descansar, un último esfuerzo hasta Rosenborg, con su palacio y sus jardines.

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Para cenar nosotros escogimos un restaurante de la zona del mercado central.

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DíA 2. Copenhague alternativo. Para conocer la otra cara de la ciudad lo mejor es acercarse hasta Norrebro. Es recomendable callejear y disfrutar de sus tiendas o sus bares en Elmegade (con su Laundromat Café) o Jaegersborggade (con su Manfreds restaurant), pasear por su cementerio (el Assistents Kirkegard, donde está la tumba de Hans Christian Andersen) o, sobre todo, dejarse sorprender por el Superkilen, un parque en una zona multicultural con elementos de todo el mundo (desde una parada de autobús de Kazajistán al Toro de Osborne).

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Para la tarde – noche se puede optar por Vesterbro, el barrio con más postureo y modernez.  Al norte del barrio encontraréis Vaernedamsbej, la calle más “parisina” de la ciudad, con sus locales para el brunch. En el centro, Istedgade concentra una mezcla de tiendas eróticas y de diseño. Al sur, el bulevar Sonder concentra la mayor zona de bares y restaurantes modernos (como el Dyrehaven), o modernísimos, especialmente en el área del Meatpacking District (impresionante sucesión de bares, restaurantes y galerías de arte).

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Pero si os habéis quedado con ganas de más, la ciudad tiene aún mucho por ofrecer. Y por enseñarnos. ¡Habrá que volver!

¡Ay, Primer Mundo! ¡Cuánto bien nos haces!

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¡Seamos muy Civilizados y Felices!

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6 comentarios en “Desde Dinamarca con amor”

    1. Agustín Kong

      Querido Justito, la censura digital pensó que su comentario era spam y lo ha tenido retenido hasta hora. Al menos he podido rescatarlo antes de su desaparición. Qué placer haber encontrado su mensaje. Y a usted/es.
      ¡Un fuerte abrazo!

  1. María Cortés

    Querido HKB: desde luego que es el Primer Mundo!, pero parece mentira con el frío que hace sonrían tanto!.
    Me ha gustado tu crónica y hace que tenga que volver, pues me faltaron cosas por conocer!
    A la espera de vuestras recomendaciones coreanas, cuando podáis, claro, te mando un abrazo!!

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