Perplejo perdido. Los pelos de punta. Así me quedé cuando me propusieron realizarme una entrevista en la radio y en la televisión de mi ciudad natal. ¡A mí, que me he pasado media vida desentendiéndome de ese lugar!
Supongo que cualquier psicoanalista diría que todxs tenemos sentimientos enfrentados con nuestras raíces, por aquello de conocer sus luces y sus sombras, pero es que en mi mente allí había menos luz que en el eurotúnel.
El caso es que fui, pero previamente intenté recordar aspectos positivos, o al menos reescribir un nuevo relato de mi infancia, que para eso soy escritor.
–Breve historia de mi infancia negra pasada por la reescritura roja-
Yo siempre me he sentido un injerto. Mi padre es del norte de Burgos, mi madre de Murcia pero ambos se conocieron en Catalunya. Yo nací y crecí en un barrio obrero, donde había muchos gallegos, bastantes andaluces y algún catalán. Rodeado de gente con raíces profundas para mí fue un regalo que nunca hubiera bandera alguna en casa.
Mis padres me inscribieron en una escuela catalana 100%. Yo sacaba buenas notas y gané un par de concursos literarios. Recité ante audiencias puristas que celebraban cómo aquel hijo de emigrantes dominaba la lengua del territorio. Era una pieza exótica. Supongo que si no hubiera recibido tanto bullying durante años por ser gay mi recuerdo hubiera sido un poco mejor.
Estudié en un colegio tan catalán que Marta Ferrussola venía a constatar nuestros avances en poesía. Sufrí bullying durante años por ser gay pero tuve profesores extraordinarios y pese a mis orígenes gané un par de concursos literarios en un terreno habitual para niños que tenían el catalán como lengua materna. Seguramente allí surgió mi amor por las letras.
Posteriormente fui a un instituto políglota, en el centro de la ciudad. Allí también sacaba muy buenas notas y tuve que oír cosas como “qué bueno que los hijos de obreros tengáis ahora más oportunidades”. Y encima mostrarme agradecido. La profesora de literatura castellana intentó quitarme de la cabeza que fuera escritor.
En vez de seguir en el instituto de mi barrio fui a uno en el centro de la ciudad. Eso me permitió conocer gente totalmente distinta: hippies, activistas, izquierda caviar… y pese a que la profesora de literatura no me animaba yo no desistí en mi deseo literario. Un día vinieron de una ONG y eso cambió mi vida.
Empecé voluntariado en una ONG de personas con discapacidad. De los 16 a los 21 años conocí toda Catalunya y a un montón de gente interesante. Eso me convenció para estudiar trabajo social en vez de arquitectura (una de mis pasiones).
Pese a sacar la segunda mejor calificación en mis prácticas en la historia de la institución y encadenar un contrato de suplencia con otro en el mundo social, un día una persona importante del ámbito me dijo que no llegaría a ninguna posición relevante por mis apellidos. Y me recomendó probar suerte en otra ciudad.
Saqué una calificación brillante en mis prácticas universitarias y empecé a trabajar eventualmente en el mundo social. Conocí a gente interesantísima y entregada, pero también los sinsabores de las comunidades cerradas. Sin embargo, gracias a eso mi mundo se expandió, pues me empujó a buscar otros proyectos en Barcelona.
Fue lo mejor que me pudo pasar. Irme a la ciudad, desarrollar mis facetas, encontrar un trabajo donde se me valoraba y nutría. Recibir la propuesta del blog en HOLA.com , publicar una novela…
Y de repente, un día, pasados los años, me ofrecieron volver a mi ciudad natal para hablar de mí, de mi libro, de influencers… ante los medios de comunicación.
Acepté. Decidí aprovechar esa oportunidad para aparcar el rencor, para reconciliarme con mi pasado. Y me propuse ser cortés, mostrarme receptivo.
Llegué a mi ciudad. Me trataron fenomenal. Mejor que bien. Conocí a personas fantásticas. Fue muy terapéutico.
Pero lo más importante es que pude aportar y mostrar a otrxs que puedan compartir mi situación que se puede ser libre para escribir y reescribir tu vida. Que se puede crecer. Que se puede volver.
Y que la ventaja de los injertos es que pueden desarrollarse en situaciones adversas y dar un estupendo fruto.
¡Sed muy Felices!
Seguimos en contacto vía Instagram (@agustinkong) Pero si me veis en el mundo físico… ¡saludadme!
🙂 Grupo de Hong Kong Blues en FACEBOOK.
¡Me alegro de la versión revisitada! Serás más libre y feliz.
No me canso de mirar tu look de niño poeta… es de las cosas a las que no llega MasterCard…
Jajaja, creo que esa foto describe perfectamente el personaje de entonces y de ahora. ¡Besos y gracias por tus palabra!
Querido HKB: me entristece la lectura de tu post y me alegra a la vez leer que aprovechaste las oportunidades que te brindó la vida pese a los obstáculos. Me enorgullece tener un amigo como tú la pena es lo poco que lo aprovecho! Jajaja
Un abrazo!
Querida María, estoy seguro que nuestra historia de vida tiene puntos comunes de superación. Con ganas de pasar unas horas contigo y charlar de esto y de tantas otras cosas. ¡Besos!