Amor sin glutamato

 

Yo no quiero amor de glutamato.

En estos tiempos en que parece que si no son fuegos artificiales nada interesa deseo la dulzura relajada.

En esta época de fast food y apps no quiero lo artificial. Me apetece el fuego lento, el andar despacio, lo artesanal.

Quiero ir haciendo camino, mi camino, nuestro camino. No el que alguien decida que ha de ser.

Sin temor a los baches. Porque no espero que no los haya.

Sin temor a las rutinas, porque me gustan las costumbres, fijar las cosas que me gustan. Además, no creo que eso signifique aburrimiento o no poder hacer algo por sorpresa, o explorar.

Deseo y acepto –aunque sea duro- ver la evolución de los cuerpos. Sé que la edad es una actitud, y que ser una persona atractiva e interesante es mejor y más duradero que aspirar a ser guapx.

Aspiro, asimismo, a que me atraigan los valores y no las soberbias, el saber a las pertenencias.

Sí, todo eso quiero.

 

Y todo eso pensé que lo deseaba cuando hace unos días fuimos a celebrar el aniversario de una pareja amiga nuestra. Dos personas absolutamente inspiradoras (y referentes para mí) que llevan más de treinta años juntas, pero que ni se han casado, ni han tenido hijxs, ni han abandonado sus respectivos domicilios. Pero eso no les ha impedido viajar por el mundo, acompañarse en lo cotidiano ni repartir su amor con su entorno.

Dos personas maravillosas que muestran la importancia de diseñar el propio camino, sin importar las presiones.

Porque el amor ha de ser un traje a medida, no un uniforme o un corsé. Sin roces ni apariencias. Sin glutamato. Con sabor verdadero. Como el suyo.

Así debería de ser el de todxs.

Gracias Emili y Estrella por permitirnos acompañaros. Por iluminarnos.

 

¡Sed muy Felices!

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