Hay que perderse cosas, me dijo una de las Maestras hace poco, y como siempre tenía razón. Yo hasta hace poco me había perdido Berlín y allí me perdí en Semana Santa. Mucha gente me había alertado de que iba a experimentar un flechazo, que me iba a fascinar. Spoiler: no fue así. ¿Hubo amor? Sí, lo hubo, pero fue un amor lento, uno que no se fijó en su modernidad sino en sus cicatrices a la vista, y en todo lo que ya no puedes ver porque desapareció.
Me gustó Berlín por sus contrastes, por el peso de la historia junto el deseo de abrazar la diversidad y el futuro, y me tranquilizó enormemente que los trenes allí también tuvieran retraso, que las máquinas expendedoras fueran un infierno y que resultara imposible cruzar un paso de peatones entero en verde. Al final se agradece un poco de imperfección.
Me gustó Berlín porque no es objetivamente hermosa sino compleja, como una de esas personas a quienes ves guapa por su carácter, por alguno de sus rasgos en particular.
Me gustó Berlín porque no es cara ni tiene una excelente gastronomía pero el servicio suele ser amabilísimo y las raciones enormes. Me gustó Berlín porque antes de ir había leído tanto sobre ella, había visto tantos documentales, había conocido tantos hechos que la han arrollado que me resultó familiar y emotiva.
Berlín es un espejo al que aprenderse a mirar. Un lugar donde caminar kilómetros de avenidas soviéticas y decenas de patios interiores. Una ciudad de mercados y restos de un muro vergonzoso que no hay que olvidar, donde la gente peregrina para ver una puerta, un puente o un beso entre dos hombres.
Me gustó Berlín porque podría ser cualquier persona que haya vivido mucho y mantenga las ganas de vivir, así que no sé si hay que perdérsela.
Pero como ya comenté, su gastronomía no es lo más destacable, así que te voy a recomendar dos restaurantes imperdibles de Barcelona.
El primero es Bún Bò Viêtnam, un restaurante vietnamita cercano a la catedral. ¿Por qué? Porque Berlín está lleno de restaurantes vietnamitas y éste, además de estar muy rico, se ubica junto a otro famoso mural con un beso. Sus cuencos asiáticos y su curry son sensacionales. Carrer dels Sagristans, 3.
El segundo es el Bar Joan, dentro del Mercado de Santa Caterina. Un establecimiento histórico donde ya se podía comer producto de proximidad antes de que eso fuera moderno. Aunque tiene alguna mesa lo tradicional es disfrutar de su barra y del ajetreo del lugar, mezclándose con la clientela habitual. Una morralla y un estofado de rabo de buey delicioso a un precio sensacional. Calle Giralt El Pellisser 2.
Espero que hayas podido disfrutar mucho estos días, perdiéndote a tu gusto. ¿Conoces Berlín? 🙂
Un abrazo enorme.
Qué gusto que estés aquí.
IG (☞ ゚ ∀ ゚) ☞ ◙ @agustinkong
Agustin, que magnífica descripción de Berlin! Habeis sabido entrar en su duro/blando corazón y percibir sensaciones que me son muy familiares. Aunque conozco la ciudad desde 1997 ( siglo XX 😅) y he vivido 2 años allí, siempre siempre me sorprendo.
Muy buen texto. Felicidades. Un abrazo💖
Mil gracias por tus palabras. Imagino que debió ser una experiencia increíble, llena de anécdotas. Un súper abrazo <3
Me encanta cómo has personificado a Berlín hasta convertirlo en unx amigx. Y la similitud entre el Bun Bo y los vietnamitas berlineses. ¡Qué grande eres! ¡Qué grande es Berlín (ozú)!
¡Qué grande tú! <3 <3 <3
Ya fui a Berlín y ahora repetiría para descubrir lo que me has enseñado con tus palabras y fotos artísticas. Felicidades!
Clara, mil gracias por tus palabras. Creo que yo también repetiría 🙂 ¡Besos!
Conozco Berlín, tengo familia allí y no paran de hablar de todo lo mejor que tienen.
Cuando estuve tampoco me apasionó su gastronomía, ni las indicaciones del metro, ni lo antipáticos que son a veces, muy reacios a ayudarte.
Me asombró que protestan por todo sin necesidad de pedir permiso y un mismo día puedes encontrarte con varias manifestaciones antagónicas.
Fue impactante el recuerdo de la historia y a pesar de todo, me enamoré de Berlín.
Mercè
Querida Mercè, sintonizo exactamente contigo <3