El Síndrome Julio Carey

 

\»Lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni sediento ni bebido\». Aristóteles (suponemos que no el Onassis).

 

Tengo el Síndrome de Julio Carey. Me lo veía venir. No asumo la edad, me pongo más ceñido conforme pasan los años, me pirra en exceso un escenario con el foco sobre mí y siempre aparezco del mismo tres cuartos. Ah, y por muy miope que sea no me pongo las gafas ni en defensa propia.

Al menos ya he superado la fase Rosarillo Spears y no me pongo más corto de lo que debería (y que me dure y no vuelva).

 

Mi Síndrome es tan potente que cuando el otro día me pidieron que diera una conferencia sólo me preocupaba saber qué me pondría (a mi favor diré que sólo acepto charlas de temas que domino, con lo que no me pongo nervioso, sino PRV: Pavo Real Total) y si podría pasar las diapos con un mando inhalámbrico, porque no me gusta estar sentado detrás de una mesa ni en un atril. Yo quiero la cercanía del público, a lo truhán y señor, moviéndome por la sala cual Chiquito de la Calzada postmoderno.

 

Por cierto que ayer el médico de empresa me dio una buena estocada en todo el Carey cuando fui a hacer la revisión. Nada más sentarme me soltó “¿Observo que es usted estrábico, verdad? Es que ahora todo va por códigos y éste no lo tengo a mano, para ponerlo en su historial”. “Supongo que por la noche los torcerá más, por aquello del cansancio muscular”.

Poco me faltó para contestarle que por la noche daba igual porque todos los gatos eran pardos y más en los eventos con barra libre, donde lo que hay es más de un extraviado. Pero en vez de eso asentí. Total, si es la verdad.

 

PITICLI dice que eso tiene su sexy, pero no sé yo. El caso es que justo al cabo de unas horas estaba invitado al estupendo evento de OLYMPUS PEN, que incluía un shooting con el gran Luis Malibrán, y por más que el Maestro tenía paciencia y me soltaba “relaja la boca, mírame a mí, agacha la cabeza, natural, natural” yo sólo conseguía ponerme tenso como una cuerda de violín pensando que tenía un ojo a la virulé y el otro enfocando a la escalera de incendios. Salgo con una cara de psicópata en las fotos que-pa-qué, pero eso sí, monísimo vestido.

 

Aprovecho para señalar un detalle: tenga uno la autoestima o la seguridad como la tenga debe socializar. Prohibido quedarse en la madriguera por mucho tiempo. ¡El aislamiento no conduce a nada! Acepto por Internet, pero nada como la vida real. Porque como dijo un conocido: “el verdadero linkedin son los contactos humanos”.

 

Es fundamental salir, dejarse ver, conocerse y darse a conocer. ¡La de oportunidades que eso ofrece!

 

Si no lo ves claro, pues te plantas unas gafas de sol y argumentas sensibilidad a los focos, que quedas muy digno. También te las puedes poner si no eres capaz de fijar la vista en la dirección adecuada, como es mi caso.

Aquí me viene a la mente la teoría de una de las Musas: “la gente se divide entre los que saben lo que quieren y dirigen su vista hacia la dirección correcta y los que no”.

 

Bueno, bueno, bueno. Admitámoslo: ventaja llevan los que tienen vocación, aunque también sufran lo suyo. Pero no podemos exigir que todo el mundo tenga tal claridad. Uy, pero eso ya sería tema de otro post.

Salid, socializad… ¡Y sed muy Felices!

 

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