Ésta es una historia de Cine. La de un joven de noventa y tres años que tras escalar una cima para contemplar el mundo desde ella sólo piensa en cómo será la vista desde la cima siguiente.
Historias de posguerra en un África instructiva, en una España dura y desangrada, y en una Francia fértil.
Historias de un nieto que viaja con su abuelo en el tiempo, a través de pedanías olvidadas, en un Fiat 500, tan apretados y tan juntos que respiran y sueñan igual.
Historias de esparto y de cerveza, de hortalizas y miel, en un pueblo que ha sabido dedicar monumentos a los trabajadores más humildes.
Testimonios de seres maduros que no han perdido la fascinación por la vida, ni el impulso hacia el deseo y el placer. Si a mi abuelo le gustasen más las mujeres sería acusado de canibalismo.
Paseos y charlas de un sobrino con su tía, descubriendo rincones evocadores de un casco antiguo sorprendente y tan anclado en el pasado como las mentes de algunas de sus gentes.
Imágenes y sabores nuevos, como el de los paparajotes, dulce realizado a partir de hojas de limonero rebozadas con azúcar y canela (hojas localizadas, pese al frío, por mi abuelo, receta rescatada por mi tía).
Si Salvatore di Vita tuvo su Cinema Paradiso en Sicilia yo viví mi Cinema Paparajote en Mucia (tierra tanto o más surrealista).
Han sido jornadas intensas, cargadas de emociones e historias.\»¿Ya podrás recordarlas todas?\» Me decía mi tía. Y mi mente, intentando procesar y almacenar, respondía saturada y satisfecha: imposible.
Cinco días en la tierra de los topónimos imposibles (Alcantarilla, Los Martínez del Puerto, el Arroyo del Padre Pecador…), del “acho pijo zagá en la huertica” han tenido más acción que la filmografía de Steven Seagal a cámara rápida.
Y yo feliz. Incluso cuando mi abuelo me regañaba por el consumismo de nuestros días, por todo lo que se desecha, porque se nos olvida la importancia del voto.
\»Un pueblo donde no se venden periódicos y no se lee no es un lugar deseable\», repetía. Así que me compinché con el dueño de la librería para que mi regalo para el abuelo fuera que pudiera ir a comprar el periódico cuando quisiera.
Pero hubo un final del viaje aún más de película, pues fuimos invitados a la clausura del Festival Internacional de Cine de Cartagena.
MARAVILLA en mayúsculas. Emociona ver tanto criterio, pasión y querencia en lo que se hace. Fue una gala bien hecha, muy emotiva, en la que uno de los premiados dedicó el trofeo a su abuela, y en la que David Trueba entregó su Goya a Juan Carrión (que inspiró al personaje de “Vivir es fácil con los ojos cerrados”). Como veis, la cosa seguía yendo de abuelos.
Impresionante el auditorio, tremendo fiestón posterior, importante la resaca al día siguiente. Felicidades a la organización, ha sido un enorme placer.
Gracias a mis tíos por la acogida y el confort. Y a mi abuelo, que es una lección de vida en vida.
¡Viva el CINE!
¡Sed muy felices!
¡Nos vemos en Instagram !
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¡Qué gran película! Ha debido de ser un rodaje increíble.
Digo increíble y me quedo corto. Fue rodado. ¡Besos!
Preciosa película y precioso post. Ojalá sigas compartiendo con nosotros la sabiduría de tu abuelo… mataría por asistir a una de vuestras conversaciones! Y qué bueno que sepas y puedas apreciar esos momentos.
Un beso
Yo siempre he pensado que los encuentros con mi abuelo deberían estar al alcance de todos, jaja. ¡Gracias por tus palabras! ¡Besos Regina!
Muy adecuado para estas fechas. ME ENCANTA.
¡Muchas gracias! ¡Besos!
Querido HKB: preciosas tus crónicas sobre tu abuelo y su tierra. Personas e historias imprescindibles de recuperar.
Un abrazo.
Sí, y que merecen ser recuperadas, ¿verdad? ¡BESOS!