Los jóvenes también se caen, que lo he visto yo. Eso dijo mi abuelo cuando recibió una carta del Ayuntamiento, donde le cuestionaban que fuese solo por la calle, tras haber detectado que se ha caído alguna vez.
Pero si algo tiene mi abuelo es que se levanta. ¡Vamos si se levanta! Lo ha hecho toda su vida. Y ama la vida más que nadie que haya conocido.
No se queja. Y tiene una voluntad de hierro. De hecho, él dice que la voluntad es lo que marca la vida de una persona.
Él nació con malas cartas, pero con una sabiduría apabullante. Hay que ir con la naturaleza, y no contra ella, me dice. Por eso mi abuelo defiende las diferentes orientaciones sexuales.
Agustín, cada persona nace de una forma. ¡Y hay que respetarlo! ¡Si sucede en el mundo natural! Cada uno con su pareja, sea lo que sea, mientras sea consentido. Vosotros sois así, y me duele que haya quien no lo entienda. Como ya sabéis, mi abuelo me llevó al altar.
Él cree en el amor y en la pasión. Se reencontró con su primer amor cuando ambos tenían ochenta años y se fueron a vivir juntos. Ahora vuelve a estar viudo, pero…
Agustín, si yo sigo sin descartar volver a enamorarme ahora, pues a mí toda la vida me gustó mucho la mujer, lo que pasa es que hay un prejuicio con la edad y me rechazan cuando saben los años que tengo.
Ciertamente, no aparenta su edad. Porque es un eterno joven curioso. Un bebé grande, pero que camina, como dice él. Un niño que se pone a mirar un hormiguero, o una colmena, y es feliz.
Un hombre que es capaz de llorar al ver a sus nietos alrededor suyo. Que nos recuerda la importancia del voto, de la democracia, y de perseguir los sueños. Yo dije que algún día tendría coche y aprendí a conducir a los cincuenta y tres. ¡Y conduje y disfruté conduciendo mucho tiempo!
Un abuelo que a pocos días de cumplir noventa y cinco años te invita a desayunar churros con chocolate con una condición: que te los comas todos, pues tirar comida es un insulto a la gente que pasa hambre.
Él pasó hambre, sufrió el frío. Vivió las injusticias, luchó por la democracia. Trabajó todas las horas del día. Aprendió a leer y escribir solo, empezando por la “o”, que la hacía con un canutico. Amó a las mujeres todas: es que todas las mujeres tienen algo, Agustín.
En la vida se presentan oportunidades de oro, y tú has de saber cuáles puedes y debes tomar y cuáles dejar pasar. Mi abuelo no da lecciones, te permite tus exploraciones.
Una noche, cuando mi tío era muy pequeño, nevó con fuerza en el pueblo. Mi tío, impresionado por la nieve, tuvo una idea: cogería un buen puñado y la haría frita como postre. Mi abuelo le acompañó afuera. Tomaron la nieve. Pusieron la sartén en el fuego, y sobre ésta, la nieve. Cuando se fundió y desapareció, mi tío lloró. Y mi abuelo se lo permitió.
Ahora, pocos días antes de cumplir noventa y cinco años, le hemos organizado una comida sorpresa, con un pastel de chocolate (le apasiona tanto como a las mujeres). Sobre el pastel, la siguiente frase: ¡Felices 94’99!
¿Qué creéis que me dijo después de la sorpresa y el llanto? Oye, Agustín, ahora que me fijo te das un aire al Presidente de los Estados Unidos. ¿Al nuevo? ¿A uno anterior? ¡No me lo aclaró!
Efectivamente, mi abuelo también tiene mala uva en ocasiones. Y yo me siento muy afortunado de tener ocasiones junto a él.
¡Felicidades Abuelo!
¡Sed muy Felices!
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¡FELICIDADES!
¡Qué bonito post para un GRAN ser humano! Tu abuelo es un ejemplo. Y el abuelo de todos. ¡DISFRUTAOS MUCHO!
¡Sí! Como dirían en Asturias: ¡el abuelo ye mundial! BESOS 🙂
Querido HKB: me ha encantado tu post. Que suerte tiene tu abuelo.
Un abrazo!!
Sí, eso dice él , jeje. ¡Muchos besos compañera! Eres un SOL.