Subí con mi madre al avión y aterricé con la mujer. Ése era mi deseo: ver amadrecer (como yo denomino a conocer a la persona detrás del rol de madre).
Para poder ir atrás en el tiempo y abordar aquellas conversaciones que no habíamos tenido (de familiares, pero también de expectativas y de intereses en la vida) el destino fue Lisboa.
Lisboa (y Portugal) no sólo ofrece una hora extra, también la maravilla de sus gentes. Y color, tanto color como para ganarle a la ruina o cualquier cielo gris. ¿Cómo no le puede gustar a alguien esta ciudad? Comentó Antonia (así se llama la mujer detrás de mi madre) cuando paseó la ciudad por primera vez. Y nos enfocamos en el color obviando tormentas.
Para ver bien amadrecer reservé una habitación con un hermoso balcón. Porque aunque ninguna terraza es superada por la voluntad de convivir, los balcones son pulmones que permiten manejar mejor los retos de compartir cuarto, lavabo, ducha y destino.
No hemos tenido miedo a enfadarnos porque enfadarse en Lisboa es otra cosa: es envolverse en Fado. Y a él nos entregamos una noche, arropados por las velas, en la que fuera la casa de Maria Severa, primera fadista mítica (y otra mujer a recuperar).
Muchas veces del brazo hemos subido y bajado cuestas resbaladizas, terrenos irregulares y caminos premiados con dulces.
Hemos tomado tranvías que nos llevaban del pasado al presente y viceversa. Hemos comido hasta no poder más y bebido con cautela. Hemos sonreído a todo el mundo al pasear y hemos constatado la amabilidad de sus habitantes. Pero, sobre todo, hemos vuelto con la sensación de haber reparado un mapa necesario.
Amadrecer es una experiencia que recomiendo, independientemente del resultado. Y como la vida no espera mejor hacerlo mientras exista la oportunidad.
Un fuerte abrazo a las madres que se dejan conocer y a lxs hijxs que deciden ver amadrecer.
Mil gracias, Lisboa.
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¡Me ha encantado! Hasta me gusta la sonoridad de la palabra: amadrecer. ¡Menuda suerte el poder experimentarlo! Y encima en Lisboa, casi nada. Parece un viaje físico pero sobre todo un viaje por una carretera que no se ve.
Qué bonita manera de describirlo. Sí, esa carretera no se ve… pero se siente. Mil gracias <3
Qué bien describes Lisboa y la relación entre una adreça y un hijo o hija. Me encantas. Y la palabra Amadrecer, me la quedo para futuras exploraciones. Gracias Agustin.
Hola Sonia, mil gracias a ti por tus palabras. Que tus exploraciones te traigan mucha felicidad <3
Genial! Tu post es la mejor forma de combinar una ciudad tan maravillosa como Lisboa con una relación tan especial como madre-hijo.
Enhorabuena Agustín!
Querida colega, cuánto me alegra que te haya gustado. Creo que es un tema y una ciudad que te dicen mucho <3 <3